S5:16
Lloraba del otro lado de mi ensalada. Me llamó. Varias veces. Y aquí estábamos. Había luchado mucho sola. Sobre todo con su vergüenza y con su orgullo. Y llegó al punto de no poder tachar el último paso en cada secuencia de consejos que encontraba con tal de curarse. Porque no existe eso de la auto-curación o la auto-ayuda… la auto-salvación. Eso es un mito cruel. Si, ya había desnudado su alma frente al cielo y su Rey, pero aún después de ese acto de desafío a su propio reino escondido, faltaba ir y presentarse ante alguien más, que la viera a los ojos con un corazón roto, libre y disponible.
Dejar ver su debilidad era lo último que quería, pero era lo que más necesitaba. El Dios que la hizo, nos hizo, sabe que nuestra carne nos jugará la vuelta, y conoce bien las viejas tretas de nuestro enemigo… ese enemigo que recalienta palabras sucias para convencernos de que no merecemos regresar otra vez con nuestro Padre y que tampoco tenemos un sólo amigo que nos querría después de contarlo todo, porque somos un asco… así es como juega y miente.
El Señor no puede permitirnos esquivar el paso de confesar nuestra maldad a otro, porque sin compartir el quebranto, resultamos caminando torcido y escondiéndolo, como cuando dejamos que un hueso roto se quede desatendido y busque pegarse solito y quede mal. Dios usa voces de santos que han oído mil veces ese discurso acusatorio, pero que han empujado de regreso más fuerte con el discurso redentor que los ha hecho libres. El diablo no sabe contestar a la Verdad que insiste, sólo sabe recortarla y doblarla para pintar un retrato triste de Dios y así dejarnos pensando que nos irá mejor por nuestra cuenta. Y si somos cristianos, no es posible esconder las heridas sin morir. Muchos mueren, no por la herida, sino por dejar que su podredumbre avance hasta el corazón, que es donde se guarda la esperanza.
Sus lágrimas rodaban en parte, porque pensó que al abrir la boca, saldrían piedras picudas que inevitablemente quebrarían la imagen que yo tenía de ella y que mi amor saldría corriendo al oír el estallido. Porque el orgullo se mezcla con la vergüenza, como un aderezo venenoso. Si el diablo no puede matarnos denigrándonos, nos mata enalteciéndonos… diciendo que «esto no es tan grave», o que lo más importante (y que debemos proteger a toda costa), es la imagen falsa que proyectamos…
Y cuando abrió la boca, salieron piedras… que cayeron de su espalda, y pudo caminar más liviano. Y si, se rompió su imagen… y vi la imagen de Cristo en su quebranto, la pude ver más bella y valiente que antes. Porque sólo alguien que ya entendió su valor en esa Sangre, tiene las agallas de decir lo que hizo. Allí, a medio restaurante, del otro lado de mi ensalada, vi a la mujer del perfume, sin más fuerzas para fingir y sin más razones para hacerlo. Es un momento santo, estar en la mesa del Señor cuando una pecadora entra llorando para derramarlo todo a Sus pies, sin contar la vergüenza pública como algo a lo cual temer más.
Ella vino a mí, porque supo que yo había derramado mi propio perfume, muchos años antes. ¡De lo que nos perdemos al jugar de ser iglesia mientras tapamos nuestras heridas y caminamos torcidos con huesos mal pegados!
Mientras la veía y escuchaba, pensaba en cuánto anhelo que mis hijos sean así. Porque pecarán y quebrarán alguno de sus huesos… y le ruego al Padre, que luchen hasta saber que no se pueden auto-curar y corran por ayuda. Que sean libres destapando donde duele.
Si confiamos en la manera en que Dios quiere sanarnos, que es mandándonos sus abrazos y vendas, en otras manos humanas… nos vamos en cadena… recibiendo gracia para luego atender una llamada, ir a un restaurante y ver a los ojos a alguien que llora y decirle la Verdad, para al final, abrazarnos y querenos más que antes.
«Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados.» Santiago 5:16
…
Y una canción para este Corazón A papel… (aunque en inglés)
Es en esos momentos en los que realmente nos confesamos como iglesia. Es la primera entrada que leo tuya, me ha edificado mucho el leer esto, como cristiana y como mujer, como para recordar que somos instrumentos en las manos de Dios constantemente aún en los detalles más mínimos, ¡saludos y muchas bendiciones!
Con lagrimas en mis ojos, Gracias! tengo un nudo en la garganta, y quiero gritar, estoy leyendo esto en mi trabajo, y he sido quebrantada por mi Padre celestial una y otra vez, y doy gracias a mi Dios eterno por eso, sin embargo he evadido la palabra que nos dice Santiago 5:16, y cuan difícil es pronunciar palabra ante otras personas sin ser juzgada, aún en mi propia iglesia, y me duele decirlo. Tener una cara de felicidad, mientras derramas lagrimas en tu corazón, es lo más duro que he podido experimentar. y Dios en su infinita misericordia hoy me revela que falta esto. Amen!!! Gloria a Jesús por cada gota derramada por mi, él con tanto amor y yo tan necesitada de su amor.
Que lindo leerte. Realmente, como dices, fallamos mucho en El Cuerpo. Porque hemos asumido que la iglesia es donde yo me junto con gente que ya fue perdonada y se acabo el tema. Y no es así. Necesitamos verdadera comunidad. El Señor supla tu necesidad.
Muchas gracias por compartir esta experiencia… en mi caso me impactó sobremanera la canción. A veces ignoramos que aun el diablo predica; aun él es un instrumento para la revelación del misterio del Evangelio; y aun sus medias verdades son la plataforma para recibir la Verdad completa. ¡Un abrazo!