Paz cursi o de verdad
Por Aixa de López
Lo decimos y escribimos, lo cantamos y vemos en películas navideñas y este año me llamó mucho más la atención… deseamos paz. Y sospecho que lo que muchos tienen en mente es ese sentimiento bonito y tibio de relajación o quieren una celebración que pase sin ninguna trompada o palabra áspera de por medio… pero cuando la Biblia menciona paz en el contexto del nacimiento de Jesús, ¡se refiere a la paz más necesaria que un sentimiento o resolución de asuntos familiares! La paz que nos trajo Él fue de otro nivel completamente…
¿No nos damos cuenta? ¡El Dios y Rey del universo había sido cósmicamente ofendido por nuestra especie! ¡Nosotros éramos el objeto de Su ira! ¡Estábamos en el blanco de su poder destructor! Nosotros no necesitábamos sentimientos o remiendos en los asuntos pasajeros, ¡necesitábamos que Alguien se interpusiera entre ese Dios Santo y esta humanidad inmunda! Alguien que saldara la cuenta. Y ¿quién vino? El Mismo Dios Santo que no soporta la maldad. Él mismo se puso un cuerpo para tener sangre con la cual pagar el crimen nuestro y poder absorber la ira justa que eventualmente nos destruiría y así cumplir sus propios estándares. El que exigió perfección, la vivió en nuestro lugar; el que no tolera la suciedad ofreció agua que limpia ¡para siempre!… El mismo Dios de Amor y Justicia cumplió todo para proveer un escondite de su bomba atómica, para que todo aquel que cree no se pierda, sino tenga vida eterna. O Él venía o seguiríamos en tinieblas. O Él nacía o todos moríamos. Por eso se escribió «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad» (Lucas 2:14)
¿Quiénes gozan de su buena voluntad? ¿Quiénes son los bienaventurados? Los que lloran su condición, los humildes, los que «toparon» y no ven más recursos en ellos mismos… No es asunto de deseos cursis en tarjetas y canciones, es asunto de vida o muerte reconocer que jamás podremos acercarnos a ese Dios tres veces Santo sin su propia ayuda, sin su intervención. Paz a los que reciben el regalo de ojos abiertos y corren a refugiarse en Jesús ¡Gloria a Dios!.
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