Nuevas cuerdas y martillos.
Como el piano. Mi esposo lo compró con sus ahorros hace como 20 años, y aunque se siente frente a él con la mejor inspiración y destreza y las teclas estén en su lugar, si las cuerdas y martillos que lo hacen funcionar desde adentro no están afinadas, no va a sonar como tendría. El piano no necesita que lo desempolvemos, enceremos y le blanqueemos las teclas, necesita que venga Marvin, el especialista, con sus instrumentos y su conocimiento para ver el interior, porque el problema no es por fuera, es por dentro.
Y nosotros estamos locos si creemos que con fuerza de voluntad y nuevos planes y resoluciones de año nuevo vamos a poder «sonar» como debiéramos.
Si nuestro problema más grande fuera el comportamiento, hubiéramos recibido un entrenador, no un redentor, pero requirió no sólo la encarnación del Dios del cielo sino su ejecución cruel por el crimen que jamás cometió, en sustitución nuestra, para «afinarnos».
Es una necedad insistir en modificar el comportamiento si nuestras cuerdas y martillos siguen sin regenerar.
Decimos creer que no es por obras pero insistimos en auto-superarnos, auto-mejorar y auto-redimirnos… Seguimos esperando que nuestros nuevos hábitos nos den nueva vida, pero ninguno de carne y hueso solamente, podrá lograr eso. El hombre natural jamás podrá parecerse a Jesus. No sin quedar agotado, resentido, o sintiéndose superior al sentir que lo logra por un sólo día. Solo el que muere a sí mismo puede resucitar en Él.
«Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.» Ezequiel 36:26-27
- Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes
- y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.
Está escrito muy claro: El nuevo comportamiento siempre sigue al regalo de un nuevo corazón. No al revés. Alguien nace a la vida verdadera cuando muere a la idea de que puede pagar su entrada al cielo siendo buena gente, mejor esposo, mejor papá, mejor trabajador… Sólo se nace de nuevo cuando hay rendición, no más fuerza de voluntad. Allí hacen sentido las palabras de Jesús: «Vengan a mi los que están trabajados y cansados, que yo los haré descansar». No necesitamos tratar más fuerte, necesitamos rendirnos para que se haga efectiva la salvación. Él salva al mendigo. Al incapaz. Al débil. Al cansado de tratar.
Me temo que hay demasiadas almas agobiadas y agotadas entrando a nuestras iglesias cada domingo… se sientan y piensan «ahora si lo voy a lograr… voy a mejorar» y se proponen vivir para Jesús cumpliendo con listas de supermercado. Es de vida o muerte aclarar el orden… Rendición y salvación, antes de cambio de comportamiento… Cambio de comportamiento como consecuencia del rescate. No como pre-requisito.
No necesitamos una sacudida y encerada. Necesitamos nuevas cuerdas y martillos. No necesitamos nuevos hábitos, necesitamos nuevos corazones. Necesitamos a Jesús y necesitamos desesperadamente que nos recuerden su evangelio… que es la mejor de las noticias: «lo peor que nos podría pasar [morir], ya nos pasó en Él y lo mejor que nos va a pasar [resucitar], ya nos fue garantizado en Él»*. Y allí, al oír La Verdad, ocurrirá el milagro del transplante, y entonces comenzaremos a escuchar una melodía suave pero tierna, que vendrá de adentro y se pondrá cada vez más fuerte, al punto de hacernos bailar. Nuevas cuerdas y martillos.
*paráfrasis de cita por Russell D. Moore.
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