Montaña rusa 7: Sin papelitos
Por Aixa de López
Solo necesito pensarlo. Antes que abra mi boca sabes exactamente lo que diré*. No puede haber un Dios más bueno y grande que Tú, que sabiendo hasta eso, me ama.
Me amas del tamaño de tu angustia en Getsemaní. Me amas del tamaño de tu furia al voltear esas mesas que vendían una imagen distorsionada de Quién Tu eres de verdad. Me amas del tamaño de las fuerzas que tomó decir “hágase Tu voluntad”.
Así me amas.
Te entregaste voluntariamente subiendo cada grada; eres el Cordero provisto por Dios para sustituirme… el que se entregó para llenar el abismo entre el Padre y mi incapacidad. Se cerró el espacio porque se rasgó el velo. Tú cubriste nuestra desnudez cuando te desnudaron, nos trajiste de orfandad a la familia permanente cuando gritaste “Abba ¿porqué me has abandonado?”
Entonces puedo ir a ti. Tú me invitaste. Regresaste al Padre pero no sin dejarnos la garantía de tu regreso a nosotros y el acceso a tu socorro. Tu Espíritu nos guía a casa, tu Libro nos conforta.
Podemos conversar… eres Emmanuel, aquí cerca… me llamaste por mi nombre.
Tú escribiste sobre mi corazón porque el Verbo se hizo carne y se entregó. Jesús, eres la carta de amor que mi alma anhelaba cada vez que corría al buzón de a buscar esperanza.
¡Mi esperanza es verdad! Escuchas mis palabras, examinas mi corazón, velas por mi progreso y me llevarás a la meta por amor a Tu nombre.
*”No me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, Señor, ya la sabes toda.
Conocimiento tan maravilloso rebasa mi comprensión; tan sublime es que no puedo entenderlo. ¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?… Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno.”
Salmo 139:4, 6-7, 23-24
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