Corazón a papel

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la llamada

IMG_9994Por Aixa de López

 

Era su última noche en el hogar de niños, y la mañana parecía no llegar jamás. Porque no nació para eso. Para dormir en ese lugar donde se tapaba con sábanas prestadas y donde nadie compartía su nombre. Nadie nació para no pertenecerle a alguien más grande. Su alma estaba segura de eso y cuando llamamos contestó.

Contestó porque su corazón ya no estaba en ese lugar, estaba con nosotros. Contestó porque ya no pertenecía allí. Contestó feliz, pero lloró.

Y dijo: “vengan ya. Ya no quiero estar aquí”.

Algo pasa cuando un hijo habla esas palabras al teléfono. Los ojos de Alex y los míos se encontraron y aunque no dijimos nada, saboreamos las lágrimas de ella, en nuestras propias gargantas. Y se nos rompió el corazón, aún sabiendo que todo estaba en orden para llegar por ella para empezar su nuevo “para siempre”.

Esa noche fue eterna. Lo único que mis brazos querían era tomarla, salir corriendo y no soltarla jamás. Mi necesidad de madre era iniciar el proceso de sanación tan pronto como el reloj lo permitiera. Sus lágrimas me obligaban.

Pero hay quienes no lloran. No quieren la llamada, la visita, la entrega a un nuevo destino o un nuevo nombre. Dicen que los dejen en paz porque el hogar de niños es su familia. Generalmente son los “grandes”. Porque eso es su normal. Prefieren no ser hijos, porque piensan que ya lo son. El sistema los ha atrapado y eventualmente ellos han abrazado al sistema. Mueren lentamente aún si no se dan cuenta.

Y cada vez entiendo menos a los “cristianos” que celebran que Jesús nació pero que jamás piensan en que va a regresar y menos entiendo que no añoren esos brazos santos para que empiece ese perfecto “para siempre”. Les insulta el mensaje que los anuncia como huérfanos y desvalidos y a Él como el que viene a salvar…

El Padre llama. Si somos suyos, admitimos nuestra condición caída y contestamos el teléfono llorando. Anhelando que venga por nosotros. Porque nos tapamos con sábanas prestadas en este mundo que no es nuestro hogar. Y su calor no es suficiente.

Nuestra fobia al sonido de la trompeta que lo anunciará, es síntoma de que nuestro corazón está invadido por el sistema de este orfanato llamado mundo, y que hemos llegado a razonar que no necesitamos padre, que esto es lo normal, que podemos vivir bien sin Él, a nuestra manera y que nuestra mejor vida es ahora. Jamás alguien así recibirá la llamada con gozo desesperado. Jamás anhelará su regreso. Jamás descansará en recibir el regalo de un nuevo nombre, que garantiza que pertenecemos a Alguien más grande.

Sentirnos demasiado a gusto en este mundo, nos imposibilita para llorar y gozarnos por su regreso.

Nosotros regresamos por ella un lunes. ¿Cuándo venga Él? no sé. Pero si nosotros regresamos por nuestra niña, Él, que es perfectamente fiel, vendrá. 

 

«Dichosos los que lloran,
    porque serán consolados.
Dichosos los humildes,
    porque recibirán la tierra como herencia.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
    porque serán saciados.» 

Mateo 5:3-5

 

«Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo.»

Romanos 8:22-23

 

«Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida.»

2 Timoteo 4:8

 

 

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Firma Aixa de López

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