Herodes y Co.
Por: Aixa de López
Herodes reapareció en escena en el gran final, cuando todo el elenco, incluyendo al bebé Jesús, subió a saludar a la audiencia. Nuestra hija más pequeña dio un grito ¡Mama… El rey malo! Porque ella entendió que Herodes era un peligro cerca de Jesús. (Mateo 2:16)
Herodes personifica la maldad y el odio en contra de Dios y todo lo que Él ama. Puedo imaginar a Herodes con insomnio años después, no por el cargo de conciencia de ver a tantas mamás judías con los brazos vacíos después de la matanza de bebés que ordenó con tal de aniquilar al Verdadero Rey, sino con un terror privado y profundo de que el Él estuviera caminando por allí.
Herodes odiaba a Jesús y lo consideró una amenaza. Fue poderoso ver al Herodes de la obra de teatro acercarse con actitud reverente ante Él… Ese tecnicismo teatral me permitió hablarle a mija de una realidad que me sostiene cada día más: Jesús va a regresar y cuando lo haga, todos los que acompañan a Herodes en odiarlo, en negarlo, en querer desaparecerlo, doblarán sus rodillas para rendirle honores. (Romanos 14:11, Filipenses 2:10-11)
Hay días en que comprendo mejor Romanos 8:22-27 donde dice que nos lamentamos con una nostalgia que no entendemos muy bien, porque nuestro espíritu anhela que todo sea hecho de nuevo, anhela su regreso… Como cuando empieza a caer la noche y uno es niño y no está con sus papás. Como cuando cortaron ese árbol centenario de a la par y sólo veo concreto. Como cuando se recibe un mensaje de texto que tiene sabor a sal por las lágrimas que uno sabe que caían sobre el teléfono cuando lo escribieron. Lo entiendo un poco más porque lo amo un poco más… me desespera ver la locura de esta casa temporal y quiero que todo esto termine ya.
Lo que pasa es que a medida que Él lo adentra a uno a Su corazón y más le tiñe el corazón con sus palabras, más duele el mundo y sus injusticias, más duelen y desesperan las falsas enseñanzas, más extraño se siente caminar en este lugar roto, menos le gustan a uno las noticias, y más asco dan los que usan el Nombre de Jesús para hacer lo que les da la gana. Se vuelve un caminar agri-dulce. Agrio por todo eso que les acabo de anotar y dulce, por el contraste con la belleza extrema de un Dios que espera, que no tarda, que ve todo y que hará justicia y en cuyas promesas está nuestra ancla. No existe algo más dulce que esa esperanza. Es un caminar, como dice John Piper a menudo: Triste y al mismo tiempo gozoso. (Sorrowful yet always rejoicing)
Esa segunda vez, Jesús viene a corregir todas las cosas y hacerlas nuevas, ya no como bebé, sino como el Rey que ganó. Ya no en el vientre de una muchacha, sobre un asnito, sino sobre un caballo de guerra. Y ese día, todos los que nos vemos como locos por estar esperando algo que parece no llegar, seremos los más cuerdos y los más aliviados y felices y todos los que escogen ignorar su voz, los que lo odian abiertamente, los que se disfrazan con religión, los que no lo quieren a Él sino sólo lo que puede dar y los que apuestan su vida a que no existe, lo verán y como Herodes esa noche en la obra, le rendirán honores porque no habrá opción ni una pizca de duda.
La esperanza que me sostiene es que Jesús no es un Héroe que vino y se fue, y que sólo vive en mi recuerdo, sino es el que vive y reina, y regresará a establecer una vez y para siempre, su Reino, secará toda lágrima y terminará con la maldad. No quedará rastro de Herodes.
«Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.» Apocalipsis 21:1-4
Que hermoso y cierto! Dios siga dandote este don para escribir asi como para hacer que hasta las piedras hablen!