Corazón a papel

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En honor a la abuelita, para la gloria de Cristo.

img_9204Por Aixa de López

Ayer me dieron el gran honor de pronunciar algunas palabras en el funeral de la Abuelita Alice. Madre de mi suegro, el Pastor Jorge H. López (y una hermana y 3 hermanos más) y abuelita de mi esposo (y otros 15 nietos más, bisnietos y tataranietos).

Vivió 85 años y yo la conocí por 20. Fui testigo de lo que significa honrar a padre y madre. Fue un gozo conocerla.

Estas son algunas lecciones que Dios me enseñó a través de ella y que pude compartir:

 

La orfandad y los inicios difíciles no son más fuertes que el amor de Dios y su palabra.

Se quedó huérfana de padre y madre a los 5 años y pasó sufrimientos que ningún niño debería pasar, pero la poca escritura que su mamá le pudo enseñar en esos 5 años, se quedó con ella como semilla que no dejó de dar fruto. La sostuvo y la definió para luego responder y recibir la salvación. Un inicio triste no nos sentencia a un final triste.

•Al momento de perder mucho (hasta a un hijo) no tratemos de «agarrarnos» a Jesus, porque somos débiles, rindámonos porque Él nos «agarrará».

Esas son palabras que la oí decir vez tras vez en medio de la red de mujeres, cuando una de nuestras hermanas pasaba por pérdida, especialmente la de un hijo. Ella enterró un bebé de 1 año y perdió un gemelo en el parto.

Damos porque lo disponemos, no porque tengamos mucho.

Una vez un pastor preguntó a su congregación ¿Quién está dispuesto a recibir a este bebé, cuya mamá padece una enfermedad que la imposibilita? y sin trámite, capacitación o análisis, levanta la mano la joven mujer, prácticamente sola, que trabajaba «lavando ajeno» y vendiendo chuchitos, con 5 bocas que alimentar… Esa era la abuelita Alice y Dios nunca la dejó. Crió a 6 y bendijo a miles en su mesa, con sus manos, oraciones y regalos de cumpleaños.

El trabajo que parece poco importante, honrado y gozoso produce fruto que sobreabunda.

A veces pensamos que se necesita ser una gran profesional y empresaria para traer gloria al Nombre del Señor. Ella aprendió a leer y escribir sola y trabajó lavando en otras casas, vendiendo tickets en la feria del zoológico de la ciudad y vendiendo comida y otras cositas. Y siempre tuvo porque vivía contenta con lo que ya contaba y siempre pensaba en dar.

Madres jóvenes: jamás piensen que Dios no aprecia o recompensa lo que se hace en privado y que parece insignificante. Él ve y él sostiene. El trabajo no-glamoroso también le trae gloria.

El gozo está en lo que somos en Cristo, no en las circunstancias.

Si alguien podría haberse amargado y tenido mil excusas, era ella. Pero su sonrisa perpetua y sus palabras empapadas de gratitud daban fe de que lo que la había moldeado era la Palabra que va más allá de lo que sus ojos podían ver. Su gozo no se rompía porque no dependió jamás de lo que tarde o temprano perdería.

He conocido mujeres con cuerpos fuertes y bien moldeados. Arreglados. Y claro que se puede ser así y tener un espíritu igualmente bello. Pero ella era una de las mujeres más hermosas que conocí. Con sus huesitos débiles y torcidos y su piel arrugada… su mujer exterior desgastándose… su espíritu atento, humilde y satisfecho en Él, era precioso delante del Señor.

El Servicio es parte natural de la actitud del que ha nacido de nuevo. No el tiempo que pasó en la iglesia. Donde estoy y como estoy, es para servir al Señor.

No necesitamos plataformas o micrófonos. Donde estamos y como estamos, allí somos necesarios. El la rutina de la vida. Una amiga querida dijo que su silla de ruedas era su oficina. Es verdad. Ella ejerció su ministerio desde su fragilidad y usó su celular para orar por quienes ya no pudo visitar. Los que la visitamos en su cama, salimos fortalecidos. No se necesitan piernas fuertes para correr en la carrera de la fe, sólo corazones rendidos y necesitados de Él.

Y habiendo dicho todo esto, debo aclarar que el funeral de la abuelita no pudo tratarse de ella. Porque su vida no se trató de ella. La abuelita fue y seguirá siendo una bendición, pero no llegó a la meta porque fue «buena». Llegó porque creyó en que su mancha de pecado no se quitaría a menos que corriera a Jesús. Todas sus buenas obras fueron la respuesta al torrente de bondad que recibió de Dios a su favor en esa cruz.

Estas son excelentes noticias para cualquiera que no tenga el récord de la abuelita, porque Jesús vino por pecadores y eso somos todos. Tenemos el mismo chance si humildemente nos refugiamos en lo que Jesús hizo.

Pablo escribió en Filipenses 1:20-26: Mi ardiente anhelo y esperanza es que en nada seré avergonzado, sino que con toda libertad, ya sea que yo viva o muera, ahora como siempre, Cristo será exaltado en mi cuerpo. Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Ahora bien, si seguir viviendo en este mundo representa para mí un trabajo fructífero, ¿qué escogeré? ¡No lo sé! Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo. Convencido de esto, sé que permaneceré y continuaré con todos ustedes para contribuir a su jubiloso avance en la fe. Así, cuando yo vuelva, su satisfacción en Cristo Jesús abundará por causa mía.

La muerte sólo puede significar ganancia para el aquel cuyo vivir es Cristo. De otro modo no tiene sentido. Si nuestro tiempo como peregrinos en esta tierra, no provoca que alguien más tenga un «jubiloso avance en su fe», estamos perdiendo el tiempo y nos vamos a ir a la tumba con las manos vacías.

Corintios 15:19 Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales.

Firma Aixa de López

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