dichosos
Me tomó muchos años comprender que en el Reino de los cielos no gana el que tiene mas fuerza de voluntad, habilidad o moralidad. Portarse bien y hacer cosas buenas no llevan a nadie delante del Trono y logra que lo absuelvan. Los que son absueltos, declarados inocentes, justos, son los que, al momento en que el Padre por misericordia les enseña su maldad, no dicen «pero yo soy buena gente»… «Yo no soy tan malo»… Los declarados inocentes y mas bien DICHOSOS, son los que no pueden contradecirlo porque ven Su perfecta santidad, Su belleza y descomunal majestad y solo LLORAN su condición, y doblegan su cuerpo entero, su corazón y su voluntad, para correr al que cambió lugares con los pecadores… El juez no nos absuelve como un juez terrenal corrupto a quien se le puede sobornar, o que alcahuetea por «cuello». No. Dios, el juez Justo, se vistió Él mismo de carne y hueso para sufrir nuestra condena y pena de muerte, para cumplir la Justicia que Él mismo demandaba. Esos son los dichosos: los que reciben consuelo solamente después de que lloran por su condición caída.
¡Soy DICHOSA! Porque no tengo que fingir nada. No tengo absolutamente nada que ofrecerle a Dios o nadie en mi carne. Nunca se ha tratado de nosotros o lo que podemos llegar a lograr. Aunque tratemos, sin Cristo solo producimos trapos de inmundicia como Isaias 64 dice.
¡Nunca se ha tratado de lo que podemos lograr! Todo se trata de rendición. De dejar de excusarnos. Y de dejar de tratar de ganarnos la aprobación de Dios con obras. Se trata de dejar que la espada de la Palabra nos corte, nos opere, nos sane.
Somos dichosos si cuando somos confrontados corremos hacia ese Cristo bello que vino a sanarnos. No a condenarnos… Dichosos los que ven su desgracia porque Dios se las mostró y al instante ven que se las mostró para salvarlos. Si sólo vino para enfermos ¿para qué voy a querer hacerme el sano? No hay alguien que esté sano. Eso dice Romanos 3. Lo que hay es gente que no cree que es tan mala y más que eso, no creen que Dios es tan Santo, tan perfecto y tan inalcanzable sin la intervención de Cristo. Quien comprende su maldad y la extrema bondad del Padre que ofrendó lo que exigía, llora.
El que llora así, no vuelve atrás. El que ha oído a Jesus en Mateo 5 con un corazón correcto, llora mas profundo su pecado y es moldeado. Hecho nuevo. Santificado. Dichoso.
🙂